jueves, 31 de julio de 2014

Escocia: Edimburgo

ESCOCIA: EDIMBURGO 


Edimburgo, capital de Escocia, con apenas 460.000 habitantes, y segunda ciudad más visitada del Reino Unido tras Londres. Para muchos conocida como la "Atenas del norte", es Patrimonio de la Humanidad desde 1995 por sus calles adoquinadas y su estructura medieval perfectamente reconocible en la Old Town.

Aunque uno ya sabe que el acento escocés no es fácil de entender, nada más bajar del avión lo compruebas en primera persona ya que los escoceses se refieren a Edimburgo como "Edimbrah", curioso. Al parecer, y según cuentan sus habitantes, el nombre viene del rey Edwin de Northumbria. Edimburgo pues, significa "ciudad de Edwin".


El primer problema que te encuentras es la moneda, ya que hay libras escocesas e inglesas. No te preocupes, es la misma moneda (libra esterlina) aunque fabricada en distintos países. Eso sí, si llevas ya el cambio desde España mucho mejor. Te ahorrarás más de un quebradero de cabeza echando cuentas de cuanto pierdes en el cambio.

Nos alojamos en el hotel Holday inn Edimburgh Centre, situado en una zona bastante céntrica y con buenas conexiones de buses y taxis (aunque a nosotros, salvo para ir al aeropuerto, no nos hizo falta ninguno). El hotel estaba muy bien equipado, camas cómodas, buenas almohadas, un baño notable (eso sí, lo de que no tengan bidé debe ser una constante en todo el país)... Lo único malo el calor que hacía aunque, todo hay que decirlo, se alcanzaron las máximas temperaturas en Escocia desde el año 1936. No es normal pasar tanto calor por estos lares.


Los desayunos eran de buffet libre y, sin ser los banquetes que nos ofrecen los hoteles en España, no hay queja. Los cafés estaban muy aguados e insipidos y la leche siempre te la ponen fría, salvo que lo pidas, pero el té, como no, estaba muy bueno. Además de todo esto, disponías de croissants, napolitanas de chocolate, pan para tostar, salchichas, huevos revueltos, bacon, las típicas beans, fruta, cereales y yogures. Y tampoco faltaban ni el típico porridge ni la mermelada, el invento escocés del desayuno por excelencia.


Una vez desayunados nos dirigimos hacia el Castillo de Edimburgo, sin duda uno de los mayores reclamos turísticos de esta ciudad. El castillo fue construido sobre una escarpada colina de origen volcánico que domina toda la ciudad, y que es comunmente conocido como Castle Rock. A pesar de comenzarse a construir en el siglo XI, se tardó casi ocho siglos en terminarlo debido a sus constantes reformas. No es de extrañar que sea uno de los reclamos turísticos de la ciudad.



Al atravesar la entrada, había un enorme complejo de graderíos que estaban terminando de montarse puesto que en el mes de Agosto la ciudad celebra aqui el espectacular Military Tattoo, dentro de los actos del Festival de Edimburgo.



La entrada al castillo de Edimburgo no es barata (11 libras), pese a ello pasa por ser la atracción de pago más visitada de Escocia. Yo aconsejo encarecidamente visitarla pero no sin antes mirar un poco la historia de Escocia para ir encajando las piezas y llegar a comprender las intrigas palaciegas que se cocieron tras estos muros.



Como todo castillo que se precie, la puerta principal tiene un foso que debe salvarse por un puente, levadizo en su día, pero que hoy es completamente de piedra. A ambos lados del foso, hay estatuas de los dos grandes héroes de las guerras de la independencia de los siglos XIII y XIV, William Wallace, más conocido como "Braveheart" y Robert Bruce. Encima del arco nos encontramos el escudo del reino de Escocia, junto con el lema "Nemo me impune lacessit" ("Nadie me ofende impunemente"). Como curiosidad, existe una leyenda acerca de una supuesta maldición, en la que se cuenta que aquellos que estudien en Edimburgo y pasen las puertas del castillo antes de graduarse, tendrán mala suerte en los exámenes. 




Nada más entrar comienza una leve pendiente de empedrado que nos llevará hasta donde está el célebre "cañón one o´clock". Todos los días (excepto los domingos, y los días de Navidad y Viernes Santo), a esta hora, un soldado del cuartel realiza un disparo desde este cañón, orientado al puerto de Edimburgo. No se sabe realmente por qué esto es así pero, como todo en Escocia, hay una leyenda para ello. Parece ser que en 1860, un capitán de la Marina Británica visitó Edimburgo asombrándose de que todos los relojes de la ciudad, tanto los que usaban la población como los que había en los edificios públicos, marcaran una hora distinta. Después de un tiempo, y gracias a su mediación, consiguió que desde la explanada del Castillo se dispararan varias descargas a las trece horas para que todos pudieran ajustar sus relojes. Esta tradición se mantiene a través del tiempo pero, eso sí, el cañón que utilizan ahora es mucho más moderno.






Un poco más arriba, hay otro cañón, más concretamente una bombarda, al que se le ha bautizado con el nombre de Mons Meg. Fue un regalo del Duque de Borgoña a Jacobo II para que éste lo emplease en asedios. Disparaba proyectiles de medio metro de diámetro, que pesaban 150 kg y que enviaba a más de 300 km/h. Su punto débil era su poca movilidad puesto que al pesar 6 toneladas, en el mejor de los casos podrían desplazarlo unos 6-7 km/dia. No hay nada más que verlo para imaginarse su poder devastador.






A los pies del Mons Meg existe un cementerio de...¡¡perros del ejercito!!!, donde reposan sus restos junto con una lápida en la que figura su nombre y su graduación. Si, como lo oís. Los perros militares reciben un sueldo y están al cuidado de algún soldado mientras estén en activo y, a cierta edad, son jubilados y disponen residencias para ello, como si se tratasen de personas. Aunque, por lo que nos contaron, no se usan porque los soldados que los cuidaron, suelen quedarse con ellos cuando se retiran. Por lo visto, y será una constante en el país, el respeto por los animales es muy alto.



Detrás de la bombarda Mons Meg tenemos la parte más antigua del castillo, y el edificio más antiguo de todo Edimburgo, la capilla de Santa Margarita. Se trata de un edificio pequeño, con poco que ver pero que es importante porque es el uno de los pocos de estilo románico que verás en Escocia.



Un poco más arriba de la iglesia de Santa Margarita tienes el Museo Nacional sobre la guerra. Se trata de un conjunto de exposiciones acerca de las guerras donde tomó parte Escocia, así como la evolución de sus regimientos durante la misma. La verdad es que no está mal pero, teniendo en cuenta que Escocia ha estado permanentemente inmersa en luchas internas o con Inglaterra, esperas un poco mas del museo.


Y, finalmente, en la parte más alta del castillo, encontramos las joyas de la corona, que dicen que son las más antiguas de toda Europa, y la piedra del destino. Esta piedra del destino es la que usan los reyes escoceses para coronarse desde Kenneth I en el año 847. Sin embargo, en 1296, Eduardo I de Inglaterra, conocedor de la importancia de esta piedra para los escoceses, se la robó y la llevó a la abadía de Westminster, donde la hizo instalar en la silla en la que se coronan los reyes de Inglaterra. De esta forma, se aseguraba que todos los reyes ingleses, lo fuesen también de Escocia. Tras casi seis siglos en Inglaterra y algún intento de robo por parte de escoceses, que llegaron a hacer peligrar su presencia en la coronación de la reina Isabel II de inglaterra, la piedra retornó en 1996 al Castillo de Edimburgo. Eso sí, con la condición de que cada vez que haya una coronación real, la piedra debe volver a la abadía de Westminster temporalmente. 



También tienes la posibilidad de visitar las antiguas mazmorras en donde pasaron tiempo muchos soldados españoles. Dentro de los audios que ponen para ambientar las mazmorras como si fueran de la época te hace gracia escuchar a un soldado español hablándole, al que debe ser su carcelero, sobre el vino, el sol y las mujeres españolas. Hay cosas que no cambian...



Una vez visto el castillo, lo ideal es coger la Royal Mile, el trayecto que le separaba de el Palacio de Holyrood. Empieza en las mismas puertas del castillo, y debes visitarla con mucha paciencia, porque hay bastante que ver en ella. No en vano, y tal como indica su nombre, tiene una milla de longitud (algo mas de kilómetro y medio). Hoy en día es, junto a Princess Street, el centro turístico de la ciudad. 




En la Royal Mile lo primero que te encuentras de cierta relevancia es la catedral de Saint Giles, que aunque es conocida así, realmente no es catedral ya que la iglesia de Escocia no las reconoce. En estas paredes John Knox, el padre de la Iglesia de Escocia, escisión protestante de la iglesia católica romana, predicó sus doctrinas revolucionarias. 


Por dentro, lo más destacable son las vidrieras, en donde representan a algunos de los personajes más célebres de la historia de Escocia (Santa Columba, David I...), y las tumbas de algunos nobles escoceses. Como curiosidad, dentro de la iglesia, al lado del altar hay un ángel que aparece tocando la gaita


A medida que vas bajando la Royal Mile, a mano izquierda van apareciendo diversos callejones, que antiguamente comunicaban la Old Town con la New Town, que son curiosos y merece la pena explorarlos. La mayoría de ellos tiene incorporada una placa con el por qué de su nombre y curiosidades al respecto. Nosotros, nos colamos por una y por casualidad descubrimos el que se convertiría en uno de nuestros pub favoritos: el Jolly Judge



Se trata de un pub pequeño, pero coqueto y con personalidad, en el que siempre encontrarás gente. Y, si el tiempo lo permite, colocan una terraza fuera que siempre recordaré porque en ella tomé una de las cervezas que más disfruté en mi vida. Porque lo de la cerveza en Escocia es el sueño de todo cervecero, entrar a los pubs y encontrarte con un mínimo de 6-7 tiradores de otras tantas marcas y variedades, por muy pequeño que sea el local. Para mi gusto, la Tennents Ice Cold, la que más me gustó, pero hay muchas más marcas, e incluso hay pubs con sus propias cervezas. Ah, si te gusta el whisky déjate aconsejar por las recomendaciones de la casa porque merece la pena.



En otro de los callejones que salen de la Royal Mile, y justo pasada la Catedral de Saint Gilles, encontramos Mary King´s Close, uno de los callejones más tenebrosos de Edimburgo. Cerrado durante muchos años, hoy nos ofrece la posibilidad de conocer toda una serie de callejones, pasadizos y casas conservados desde el siglo XVII, que han quedado bajo los edificios de la Old Town.



Allí se encierran historias de asesinos y víctimas, de las plagas que azotaron la ciudad, sin saber hasta que punto la leyenda se convierte en realidad. Porque hay un Tour que te lleva por las casas y pasadizos de las gentes más humildes del Edimburgo medieval, enseñándote como vivían y trabajaban,y por qué se ocultaron y sepultaron las otrora bulliciosas calles. Es más, incluso visitas escenarios de asesinatos y estancias con fantasmas, caso de la niña Annie, a la que muchos dicen escuchar llorar por los pasadizos y callejuelas del Mary´s King Close desde hace varios siglos. 



La calle prosigue con infinidad de tiendas a ambos lados, donde puedes comprar cualquier cosa que se te ocurra vinculada a Escocia. Desde un kilt, hasta whiskys de 200 libras o las míticas galletas de mantequilla escocesas. Y, precisamente, si lo que quieres es comprar un buen whisky o ginebra para traértela a casa, recomendamos la tienda Royal Mile Whiskies


Ginebra de Frambuesa escocesa
Es una tienda especializada en whisky y ginebra, especialmente escocesas, y donde puedes tirarte tranquilamente mas de media hora viendo productos, sin que te suenen las marcas. Nosotros nos decantamos por la Edimburg Raspberry Gin (19 libras la botella de 500 ml.) y el whisky Glenmorange (48 libras el litro). Si miras los precios te pueden parecer algo caros, pero lo que llevamos es imposible o muy dificil de conseguir en España, y merecen realmente la pena.



Justo encima de la tienda de whisky, hay uno de los pubs más famosos de la Royal Mile, el Whiski Restaurant. No es un pub cualquiera puesto que en el año 2011 fue galardonado, entre otros premios, como mejor Whisky Bar. Posee una carta con mas de 300 tipos de whisky que deja boquiabierto a cualquiera cuando se la plantan delante. Y, como todos los pub, también tiene cocina, y unos horarios para comer de los más flexibles que encontrarás en la ciudad. Nosotros nos comimos unos solomillos de Angus que estaban muy buenos, eso si, a precio de oro.



Unos cuantos metros más abajo en la Royal Mile, y en la acera de enfrente, te encuentras con otro de los pub más famosos de Edimburgo: The World´s End. El pub no tiene en sí nada especial, si acaso su hamburguesa Braveheart y la cerveza de elaboración propia, pero debe su nombre a que allí estaban las murallas de la antigua Edimburgo en el siglo XVI. Eso si, si entráis, que no sea en un día de mucho calor porque no habrá quien pare dentro y más de una cerveza, estará calentorra.



Siguiendo por la Royal Mile, las tiendas a ambos lados parece que nunca cesan. Las que más abundan son las de souvenirs (banderas de Escocia, kilts, escudos de los clanes...). No es precisamente la zona más indicada para ello porque aquí están los precios más elevados de Edimburgo.



Mas abajo, se encuentra el Palacio de Holyrood. En sus orígenes fue un monasterio, de ahí su nombre (Haly Ruid, Cruz Sagrada) en gaélico. Desde el siglo XV es una de las residencias oficiales de los reyes de Escocia, no en vano, no es extraño que durante las primeras semanas de verano, la reina Isabel pase una temporada allí. Salvo esas semanas de visita oficial, el resto del tiempo está abierto al público.




Dentro alberga tapices, muebles de época y una colección de retratos de los reales, además de la imponente habitación real, aún hoy en uso. Como curiosidad, el palacio está repleto de pasadizos secretos, túneles y sótanos. Es más, existe una leyenda que cuenta que, en cierta ocasión, mandaron a un soldado a investigar por los túneles del Castillo para ver si realmente tenían conexión directa con el palacio. Sin embargo, éste se perdió y nunca más se supo de él. Desde entonces, algunos sostienen que entre las paredes del castillo se suele oír un cántico que entonaba aquel soldado.



En los anexos del Palacio de Holyrood está la Abadía de Holyrood (s.XII) que, aunque se encuentre prácticamente en ruinas, sigue siendo un lugar con encanto, a la par que enigmático y misterioso.



Cerca de Holyrood, otra de las zonas que no debes dejar de visitar en Escocia es Calton Hill, una colina que alberga varios monumentos y desde donde tienes unas buenas vistas de la ciudad.



El primero de ellos es el National Monument of Scotland, que se construyó en recuerdo a las víctimas escocesas de las guerras napoleónicas. Sin embargo, por falta de fondos, lo que iba a ser una réplica del Partenón de Atenas, se quedó en apenas 12 columnas. Por ese motivo, para muchos es conocido como "la vergüenza de Edimburgo".



El siguiente es el Monumento a Nelson, fallecido en la batalla de Trafalgar. Como anécdota, en su cima existe una bola que, al igual que el cañonazo del castillo, servía para indicar a los marineros del puerto que ya había llegado la una del mediodía.


También es inevitable pasar por el Monumento a Sir Walter Scott, situado en plena Princess Street y justo frente al castillo de Edimburgo. Se trata del monumento más grande hecho jamás a un escritor. De estilo gótico victoriano, se realizó en honor a uno de los mayores defensores de la cultura escocesa en tiempos en la que ésta estaba fuertemente prohibida. Gracias a él se recuperaron las Joyas de la Corona, extraviadas durante mucho tiempo, y volvieron a vestirse los kilts escoceses, prohibidos desde la batalla de Culloden en 1746.


De noche, Edimburgo es una ciudad que esconde secretos muy bien guardados. A nosotros nos encantó The Captains Bar, un pequeño pub en donde a partir de las 18:30 h, la cerveza no para de correr y los conciertos son la nota habitual. Pero lo más sorprendente es que los artistas suelen ser clientes habituales del bar, los propios camareros o incluso músicos famosos de Escocia. Atención a los whiskys y ginebras autóctonas que poseen, nuestro consejo es que os dejéis aconsejar. 



Otro pub que merece la pena es el Jekyll&Hyde Pub, ambientado en el personaje de la obra homónima. No deja de ser un pub mas para tomarse unas buenas pintas de cerveza o incluso para picar algo de comer. Pero sólo por la ambientación y caracterización ya merece la pena ir. Sorprende estar tomando algo y sentir, de repente, el ruido de unas cadenas mientras se oye de fondo a al Dr. Jekyll decir algo así como "estoy yendo a por ti".



La barra del bar "disfraza" muchas de sus bebidas en forma de pócimas y, lo que más nos llamó la atención, sirven algunas bebidas como con una especie de mangueras metálicas (vete a saber lo que llevan, porque los escoceses mezclan bebidas alcoholicas creando auténticas bombas de relojería).



Las mesas están rodeadas de libros de medicina, probetas, frascos con miles de pócimas, animales disecados y hasta alguna calavera. La ambientación es total.



Los baños son caso aparte. Ya puedes tirarte horas buscando la puerta de los baños que no los vas a encontrar. Menos mal que uno salía de ellos y nos dio una pista. Los baños se encuentran camuflados dentro de una librería, de forma que se mimetizan totalmente con la pared. 



Otro de los pubs recomendados, en este caso por su decoración y no por otra cosa, es el The World Famous Frankenstein, ambientado en el popular personaje de Mary Shelley.


A nivel deportivo, es curioso el derby entre los equipos Heart of Midlothian y el Hibernians. Al igual que ocurre en Glasgow, aunque sin llegar a su grado de fanatismo, la religión que profesa el hincha define si eres del Heart (protestantes) o Hibernians (católicos). No obstante, no es raro ver hinchas mezclados entre si, antes de los partidos, tomando algo tranquilamente. Para el próximo viaje intentaremos verlos.



También es recomendable una visita al templo escocés del rugby, Murrayfield. Allí juega sus partidos la selección nacional de rugby desde 1925.