jueves, 22 de junio de 2017

La matanza de Glencoe

Hablar de Glencoe no es sólo hablar de sus espectaculares paisajes, también es hablar de uno de los episodios más negros y tristes de la historia de Escocia


Corría el año 1691. La Revolución Gloriosa había conducido al protestante Guillermo de Orange al trono británico, en detrimento del católico Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia. Entre tanto, en terreno escocés se produjeron numerosas refriegas entre los partidarios de la casa Estuardo y los de la Hanover. Las victoria se sucedían en uno y otro bando, sin ser concluyentes, hasta la muerte del líder jacobita, John Graham Dundee, en la batalla de Killiecranckie. La pérdida de "Bonnie Dundee" fue un golpe letal al ejercito jacobita que, tras varias derrotas en su ausencia, puso fin a esta guerra civil y no tardó en dispersarse por las highlands. 

En el retorno de una de estas batallas hacia sus tierras, dos ramas del clan McDonald, los McLains de Glencoe y sus primos del clan McDonnell of Glengarry, entraron en las tierras de Robert Campbell de Glenlyon saqueándolas y robándole parte de su ganado. El clan Campbell, uno de los aliados más fieles del gobierno inglés, y enemigo acérrimo del clan McDonald, no tardó en poner el grito en el cielo y reclamar su correspondiente compensación. Además Robert Campbell era famoso por su afición al juego y a la bebida, lo que le había granjeado muchas deudas que se verían multiplicadas tras esto. 

John Dalrymple

A Guillermo de Orange le preocupaban mucho los clanes de las Highlands y su lealtad hacia el depuesto Jacobo II. Temía otra guerra civil y quería evitarla a toda costa. Así que desde las alta esferas de la corte se empezó a urdir un plan maquiavélico. Al frente del mismo se puso John Dalrymple, Conde de Stair y apodado como "la maldición de Escocia"

Hábil político, aún trabajando para Jacobo II, se dedicó a conspirar en la sombra para facilitar la llegada de Guillermo de Orange al trono británico. Por los servicios prestados a la casa Hanover, es nombrado primero Procurador General y posteriormente Secretario de Estado para Escocia. 

Sus primeras decisiones como máxima autoridad en Escocia fueron para con los clanes de las Highlands, con los que tenía una fijación casi enfermiza, y a los que trató con desdén. Para ello contó con la inestimable ayuda del clan Campbell, especialmente del ambicioso John Campbell, Conde de Breadalbane, también conocido como "John el resbaladizo" por ser poco de fiar y jugar siempre a dos bandas.

Ruinas del castillo de Achallader, donde se reunieron los jefes de los clanes con John Campbell

En un intento de demostrar su lealtad a la nueva corona, John Campbell se ofreció para reunirse en las ruinas del castillo de Achallader con los jefes de los diferentes clanes rebeldes. Les ofreció un acuerdo de 12.000 libras y el perdón real por su pasado jacobita si le juraban lealtad al rey Guillermo de Orange antes del 1 de Enero del 1692. Aquellos clanes que no accediesen a la firma tendrían consecuencias fatales. 

Como era de prever, la mayoría de los clanes tenían un sentido de la lealtad inquebrantable y se negaban a jurar lealtad al enemigo del que consideraban rey legítimo. En una hábil maniobra, y tras una acalorada discusión entre los miembros de los diferentes clanes durante la reunión, John Campbell propone un segundo juramento secreto. Los clanes jurarían lealtad al rey Guillermo de Orange pero, en caso de que Jacobo II arribase en tierra escocesa con tropas francesas para recuperar su trono, ellos quedarían exentos de su juramento y podrían sumarse de nuevo a las tropas jacobitas. 

Aún estando de acuerdo con este segundo trato, los clanes escoceses no firmaron nada hasta ver qué respondía Jacobo II desde su exilio en Francia. La respuesta no fue sencilla para él y estuvo un tiempo meditando qué decirles. A mediados de diciembre la carta salió de Francia, llegando a Edimburgo el 21 del mismo mes, con a penas 10 días para informar a todos los clanes. 

Lo que nunca supieron los clanes es que esa carta de Jacobo II a los jefes de los clanes había sido interceptada por espías del gobierno de Londres. Fue leída detenidamente y, sin prisas, reenviada hacia Edimburgo. John Darlymple, furioso, quiso dar un escarmiento a los clanes. Envió 400 soldados a Fort William, preparados para actuar de inmediato contra aquellos clanes que no se sumasen al juramento.

La carta fue pasando de valle a valle, de clan a clan, pero el tiempo se les echaba encima y el clima poco ayudaba. Así, los jefes de los diferentes clanes fueron llegando y jurando lealtad al rey en presencia de un magistrado que daba fe de ello. Sin embargo, Alaistair McIain de Glencoe, jefe del clan McDonald en Glencoe, fue uno de los últimos en enterarse y se retrasó más de lo deseado a la hora de prestar juramento. Por un lado, sufrió las inclemencias del duro invierno escocés, lo que le retrasó mucho su avance. Y por otro se encontró que, al llegar a Fort William el 31 de Diciembre, el coronel Hill rehusó a recibir su juramento alegando que no era competencia suya. 


Alastair McIain entonces tuvo que dirigirse a Inveraray, sede del clan Campbell, los enemigos históricos de los McDonald. Allí debería dirigirse a Colin Campbell, la máxima autoridad del condado de Argyll y hacer su juramento ante él. El coronel Hill escribió una carta de protección en la que le instaba a que el gobierno no tomase ninguna represalia contra Alastair puesto que se había personado en Fort William a tiempo para cumplir su juramento.

El viaje por las tierras poco hospitalarias de los Campbell le llevó tres días. Por el camino fue detenido por las tropas gubernamentales del capitán Drummond, quienes lo retuvieron en el castillo de Balcardine. De poco sirvió la carta de protección, ya que desconfiaron de la veracidad de aquel escrito. Por si fuera poco, al llegar a Inveraray se encontró con que Colin Campbell estaba ausente porque se había marchado a pasar año nuevo con su familia. 

Finalmente, con un retraso de seis días y a regañadientes, Colin Campbell recibió el juramento de Alaistair McIain. El plan orquestado por Darlymple y John Campbell había sido un éxito. El primero tenía la escusa perfecta para escarmentar a los clanes de las highlands y el segundo la tenía para ejercer su venganza sobre el clan McDonald de Glencoe.

Mientras tanto Alaistair y sus hombres retornaron a Glencoe confiando en que todo estaba arreglado y que su clan estaba a salvo. La firma del juramento, junto con la carta de protección del general Hill fueron enviadas a Edimburgo para que quedase constancia en el Edimburgh Privy Council. Incluso el general Hill les envió una carta en la que les informaba que estaban bajo la protección de las tropas de Fort William.

Cuando los documentos de Alaistair McIain llegan al Edimburgh Privy Council, varios de los abogados más poderosos e influyentes de esta institución -que eran Campbells, como no- ya estaban al acecho. Nada es casualidad. Manipulan los documentos y declaran inaceptable el retraso en el juramento. El caso es que los McDonald de Glencoe no fueron los únicos que habían llegado tarde al juramento, es mas, hubo clanes que incluso se negaron a hacerlo. Sin embargo la fijación de Darlymple y John Campbell con los campbell era casi enfermiza y, en el caso del primero se desconoce aún por qué.

Los McDonald, el otrora poderoso clan que ostentó durante muchos siglos el título de "Señores de las Islas", eran orgullosos, rebeldes por naturaleza y con cierta tendencia al bandolerismo en tierras vecinas. Pero, de los clanes que participaron en el juramento secreto, desde luego que no era el peor ni mucho menos el más poderoso. Francamente, era un clan con un gran pasado pero en horas bajas. Posiblemente haber escogido otro clan más poderoso en es época -como los Fraser o los Cameron- hubiese tenido represalias por el resto de los clanes y les crearía problemas a las tropas gubernamentales.

El coronel Hill, el más noble entre las tropas gubernamentales, solicitó paralizar la intervención militar que planificaba Darlymple ya que entendía que, al menos, se le debía dar la oportunidad a los McDonald de exponer su caso. No se admitió su recurso. 



Para la misión se escogió a Robert Campbell, un militar poco carismático, muy manipulable y con pocas simpatías entre la gente, del que hablamos anteriormente. Además, guardaba lazos de sangre con los McDonald ya que su sobrina estaba casada con el hijo menor de Alaistair McIean

Cuando los McDonald vieron aparecer por el valle un contingente de 120 casacas rojas al mando de Robert Campbell, no se extrañaron ya que se sabían protegidos por el juramento. Las tropas debían de instalarse en la aldea de Glencoe y esperar órdenes. Así que, abusando de la tradicional hospitalidad de los clanes, solicitó ser alojado en sus casas bajo el pretexto de que estaban recogiendo impuestos a los diferentes clanes.

Se les alojó y se les alimentó durante 10 días en los que compartieron mesa, juegos de cartas e incluso cama en algunos casos. No era extraño pues compartían la misma cultura de clanes. Incluso Robert Campbell visitaba a diario a su sobrina. No había nada extraño que hiciese sospechar algo de lo que vendría.

El décimo día llegaron las órdenes de Darlymple, en las que se instaba a Campbell y a sus hombres a pasar por la espada, a las 5 de la mañana, a todos los miembros del clan McDonald menores de 60 años. Y especialmente a Alaistair McIain y su linaje, del que no podría quedar ningún superviviente. El incumplimiento de estas órdenes supondría que Campbell y sus hombres serían acusados de alta traición a la corona y, por tanto, ejecutados.

 Supuestamente Robert Campbell debía esperar la llegada del mayor Duncanson, que sería quien dirigiría la masacre. Sin embargo, entre que el mal tiempo retrasó seis horas su llegada y que Robert Campbell adelantó dos horas el ataque, nunca llegó a tomar parte en él. 

La matanza se inició en la madrugada y Alaistair McIain fue una de sus primeras víctimas tras ser atravesado por una espada mientras dormía plácidamente en su cama. Sus dos hijos mayores lograron escapar hacia las montañas, como muchos de los McDonald. Se estima que, de los 1000 habitantes de Glencoe, 38 fallecieron en el ataque y se estima que entre 40-300 más lo hicieron mientras huían, muchos a consecuencia del frío. 


Cementerio McDonald en la isla de Eilean Munde
Esa misma noche muchos de los supervivientes bajaron de las montañas para enterrar a sus familiares en la cañada y en las cercanías de Glencoe. Los restos de Alaistair y su familia fueron enterrados en el cementerio que el clan McDonald tiene en la isla de Eilean Munde

Dalrymple montó en cólera cuando se enteró que los hijos mayores de Alaistair McIain, el jefe del clan, habían escapado con vida. Tampoco entendía bien cómo un ejercito profesional de 120 hombres tan sólo fuese capaz de matar a 38 personas actuando de noche y por sorpresa. Quizás se dieron cuenta de la atrocidad que estaban cometiendo y no fueron capaces de continuar con aquella barbarie. No olvidemos que los soldados eran también miembros de clanes como el Campbell. 

El caso es que Dalrymple puso precio a la cabeza de los hijos de Alaistair y los persiguió sin descanso pero sin éxito. Robert Campbell por su parte agudizó sus problemas con el alcohol y se lamentó -como muchos de sus soldados- toda su vida de haber participado en aquella carnicería. 


La carta en donde se daban las órdenes para llevar a cabo la matanza indiscriminada fue extraviada por Robert Campbell. Alguien la encontró y la llevó a Francia, donde fue publicada por el Boletín de París. Las noticias de la matanza se expandieron por una Europa en shock por semejante atrocidad.

John Campbell, viendo que su clan era relacionado con la matanza y públicamente despreciado por otros clanes, rápidamente escribió a los McDonald de Glencoe diciendo que su clan no había tenido nada que ver en todo, que nunca aprobaría semejante barbarie. Los McDonald nunca le contestaron. Era demasiado evidente su participación, máxime cuando era dirigida por un Campbell y con al menos 12 soldados de su clan. 

El rey Guillermo intentó ignorar todo lo que había pasado, centrando su atención hacia la guerra con Francia. Sin embargo, gracias a la labor investigadora de un abogado jacobita llamado Charles Leslie, la reina María se vio obligada a abrir una investigación oficial para aclarar lo acontecido en Glencoe. Incluso el Parlamento de Londres se tomó a pecho el tema e inició una búsqueda de responsables que acabó con el rey Guillermo de Orange saliendo de rositas y con Dalrymple cesado en su puesto.

Sin embargo, las famosas puertas giratorias de la política ya estaban de moda en aquella época. Así Dalrymple recuperaría un cargo de importancia, tanta que sería uno de los máximos responsables de la unión de las coronas inglesa y escocesa en 1707.

Por su parte, los MCdonald de Glencoe regresaron a su aldea y reconstruyeron sus viviendas. John McIain, el hijo mayor de Alaistair, se convirtió en el XIII jefe de su clan. En el lugar fatídico hoy se conserva un monumento conmemorativo. 






Hoy en día, más de 300 años después de aquella masacre, los Campbell siguen estando señalados por muchos escoceses como los principales culpables. Es mas, por la zona de Glencoe no es raro ver en la entrada de algunas casas esta frase "prohibido vendedores ambulantes y Campbells"