miércoles, 2 de agosto de 2017

The Black Watch Royal Highlanders

The Black Watch Royal Highlanders, es el sobrenombre del 3er Batallón del Real Ejercito de Escocia, uno de los ejercito más representativos de Escocia. 

Tras la revolución jacobita de 1715, el general Wade decidió crear seis compañias independientes para patrullar las Highlands: tres del clan Campbell, y una del clan Munroclan Grant y clan Fraser of Lovat. Su labor sería desarmar a los montañeses, prevenir los asaltos, llevar a los criminales ante la justicia, y hacer frente a aquellos rebeldes que habiten y pongan en peligro el reino. Esta fuerza militar fue conocida como Am Freiceadam Dubh, algo así como la oscuridad, por el color negro predominante en sus tartanes (cada compañía el de su clan). Como a los casacas rojas ingleses se les llamaba Saiglearan Dearg (los hombre rojos) a estos se les conoció como The Black Watch para diferenciarlos

The Black Watch en la batalla de Fontenoy (1745)

Otras teorías apuntan a que el nombre es por el tartán oscuro que empleaban. Pero, sin duda, el más aceptado es porque, al haberse puesto al servicio del gobierno inglés, sus corazones negros eran contrarios al verdadero espíritu de las Highlands. Además de que, aprovechando su posición de fuerza, muchas veces sometían a los clanes a infames chantajes a cambio de cuantiosas sumas de dinero.

El reclutamiento fue un éxito porque el gobierno inglés permitía una serie de privilegios a los hombres alistados: portar armas que les cedían, un elevado estatus social, sentido de pertenencia a un grupo en aquellas familias huérfanas de clan... Esto permitió elevar las 6 compañías iniciales hasta llegar a las 10.

En 1743, son convocados por el gobierno inglés para enviarlos a la guerra de Flandes, incumpliendo el cometido inicial para el que se habían encomendado, salvaguardar el orden en Escocia. A sabiendas de que esta decisión sería impopular entre los highlanders gubernamentales, el gobierno inglés se inventa la treta de que irían a Londres porque el rey tenía la curiosidad de verlos en persona. Una vez allí, ven que el rey se había marchado hacia Hannover

Enterados del engaño, muchos highlanders descontentos se reunen en secreto y planean una fuga masiva hacia sus tierras. Sentían que habían sido utilizados como vara para azotar a su pueblo y que ahora esa vara la querían echar al fuego. Así, encabezados por dos McPherson y un Faquarson, cerca de 300 Black Watchs inician su retorno a casa. El ejercito de Wade y sus dragones, salen tras ellos y les dan caza, obligándolos a regresar. Los cabecillas son fusilados y el resto enviados a servir forzosamente a Gibraltar, Menorca, Georgia y Jamaica.

Una vez en Flandes, rápidamente se ganan el prestigio por su conducta ejemplar y valentía en el combate. Pero no pueden acabar su labor ya que en 1745 estalla la segunda revuelta jacobita en Escocia y regresan a casa. 

Una vez pacificada Escocia después de la derrota jacobita en Culloden, sus misiones se van a concentrar en Irlanda y, sobre todo, en Norteamérica. Allí harán frente a los intereses franceses, que acabarían con la toma de Canadá y el reconocimiento a su labor con el apelativo de "Royal".

En 1881, Childers reforma el ejercito británico y crea The Black Watch Royal Highlanders inspirándose en aquella milicia que combatió el movimiento jacobita. Para ello fusionó dos regimientos de infantería escoceses, el 42º de los Royal Highlands y el 73º de Perthshire. El 42º se comviertió en el 1º batallón de los Black Watch Royal Highlanders y el 73ª en el 2º. 

Su bautismo de fuego lo tuvieron en la guerra anglo-egipcia de 1882 y su primera gran derrota en 1899, durante la guerra de los Boers, donde sufrieron numerosas pérdidas. Participaron en las dos grandes guerras, así como en otras contiendas más recientes (guerra de Corea, Kenia, Chipre, Irak, Afganistán...). Mención especial tiene su labor en Irlanda del Norte en donde ha sido objetivo militar del IRA en varias ocasiones. Es más, los irlandeses hablan en una de sus canciones tradicionales de la violencia con la que los Black Watch se emplearon en el Úlster.

En 2006, con motivo de la formación del Ejercito Real de Escocia, abandonan su sede en Belfast y pasan a estar ubicados en Fort George (Inverness)

Se les reconoce fácilmente por su pluma roja en medio del gorro, reminiscencia de su anterior etapa militar.


Como anécdota, fueron los últimos británicos que abandonaron la colonia de Hong Kong antes de que pasase a manos chinas en 1997. 

Tienen su propio tartán que combina diferentes tonalidades de verdes y azules. Cuando lo usan, es costumbre que los soldados vayan sin ropa interior, lo que más de una vez ha puesto en apuros a algunos soldados en los desfiles si sopla mucho el viento.

El batallón tiene las siguientes alianzas:


Australia - Regimiento Real de Queensland
Australia - Regimiento real de Nueva Gales del Sur
Canadá - The Black Watch of Canadá
Canadá - 42º Regimiento de Artillería de Campo (Lanark y Renfrew Scottish)
Canadá - Regimiento de la Isla Príncipe Eduardo (RCAC)
Nueva Zelanda - The New Zealand Scottish
Sudáfrica - Transvaal Scottish Regiment
Royal Navy - HMS Montrose

Los fantasmas de las mazmorras del Castillo de Edimburgo


Las mazmorras del castillo de Edimburgo albergaron durante los siglos XVII y XVIII miles de prisioneros. Gentes de todo el mundo llegaban para ser apresados entre sus inexpugnables muros. Algunos esperaban ser intercambiados, o incluso el pago de su rescate, pero también hubo otros que fueron presa de grandes torturas, con fatales desenlaces entre sus paredes.



Siglos después, cuando el castillo es abierto para que el público pueda visitarlo, muchos testigos han afirmado sentir la presencia de situaciones de lo más extraño: destellos de luz, formas fantasmagóricas.... Incluso hay quien afirma haber sentido cómo entes invisibles les empujaban, arañaban o tiraban de sus ropas.


Equipos de científicos y parapsicólogos de todo el mundo han constatado la presencia de algo extraño en las mazmorras, tal vez el espíritu de alguno de aquellos prisioneros. Se cuenta que una de estas investigadoras, mientras grababa en vídeo y registraba una fuerte respiración en la mazmorra, fue atacada por un misterioso destello.

¿Realidad o mito?... Es Escocia.

lunes, 24 de julio de 2017

The Kirking of the tartans



The Kirking of the Tartans es uno de los actos más solemnes de la iglesia de Escocia. Para explicar sus orígenes es necesario retroceder hasta la batalla Culloden Moor en 1746.


Tras la derrota jacobita, se prohibió el uso del kilt y la gaita, dos elementos inherentes a la identidad de los Highlanders y que lucían orgullosos en batalla. También obligaron a los jefes de los clanes a someterse a la justicia inglesa o, de lo contrario, los clanes perderían sus tierras.

Muchos jefes se negaron y tuvieron que emigrar junto a su clan a Irlanda o a las colonias (Canadá y EEUU sobre todo). Era eso o correr el riesgo de ser perseguidos y/o ser alistados contra su voluntad en las tropas que irían a combatir en las guerras napoleónicas.

Otros clanes (Sutherland, Ross, Campbell, McKay), afines a los ingleses, se aprovecharon y se repartieron títulos nobiliarios y tierras que eran robados a jefes de otros clanes jacobitas. En una campaña perfectamente orquestada desde Londres, la tristemente conocida como Highland Clearances, se sustituyeron a los miembros de los clanes por ovejas. Fueron tiempos muy duros en los que al dolor de dejar su país y sus posesiones, se le sumó la hambruna y las enfermedades.


En 1941, Peter Marshall, un reverendo presbiteriano descendiente de Highlanders forzosamente emigrados, decidió homenajear a aquellos valientes que prefirieron marcharse a otros países, pasar penurias y renunciar a todo lo que era suyo, antes que entregar a los ingleses su libertad.

Así surgió The Kirking of the Tartans, un evento celebrado anualmente en la catedral de Washington (EEUU) y muchas más Iglesias presbiterianas. Los clanes son representados por un miembro que porta un estandarte con los colores de su clan. Durante el acto, los clanes son citados uno a uno, antes de recitar una oración conjunta en la que ensalzan su orgullo y tradiciones.

Hoy, en muchos sitios, también suele celebrarse en los instantes previos a los Highland Games.

El fantasma del niño sin cabeza de Edimburgo




En el año 1650, tras completar la invasión de Irlanda, el infame Oliver Cromwell iniciaba la invasión de Escocia. A los pocos meses avanzaba hacia la capital y se instalaba a las puertas del castillo de Edimburgo junto con su ejercito de ocupación inglés. 


Durante la noche anterior a la llegada del ejercito inglés, varios testigos afirmaron ver a un niño sin cabeza, de aspecto fantasmal y levitando por encima del suelo, mientras daba vueltas alrededor del castillo. Desde entonces se dice que este fantasma aparece justo antes de que el castillo de Edimburgo vaya a ser atacado. Hecho que, desde esta fecha, sucedió en no pocas ocasiones en los siglos posteriores

jueves, 22 de junio de 2017

La matanza de Glencoe

Hablar de Glencoe no es sólo hablar de sus espectaculares paisajes, también es hablar de uno de los episodios más negros y tristes de la historia de Escocia


Corría el año 1691. La Revolución Gloriosa había conducido al protestante Guillermo de Orange al trono británico, en detrimento del católico Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia. Entre tanto, en terreno escocés se produjeron numerosas refriegas entre los partidarios de la casa Estuardo y los de la Hanover. Las victoria se sucedían en uno y otro bando, sin ser concluyentes, hasta la muerte del líder jacobita, John Graham Dundee, en la batalla de Killiecranckie. La pérdida de "Bonnie Dundee" fue un golpe letal al ejercito jacobita que, tras varias derrotas en su ausencia, puso fin a esta guerra civil y no tardó en dispersarse por las highlands. 

En el retorno de una de estas batallas hacia sus tierras, dos ramas del clan McDonald, los McLains de Glencoe y sus primos del clan McDonnell of Glengarry, entraron en las tierras de Robert Campbell de Glenlyon saqueándolas y robándole parte de su ganado. El clan Campbell, uno de los aliados más fieles del gobierno inglés, y enemigo acérrimo del clan McDonald, no tardó en poner el grito en el cielo y reclamar su correspondiente compensación. Además Robert Campbell era famoso por su afición al juego y a la bebida, lo que le había granjeado muchas deudas que se verían multiplicadas tras esto. 

John Dalrymple

A Guillermo de Orange le preocupaban mucho los clanes de las Highlands y su lealtad hacia el depuesto Jacobo II. Temía otra guerra civil y quería evitarla a toda costa. Así que desde las alta esferas de la corte se empezó a urdir un plan maquiavélico. Al frente del mismo se puso John Dalrymple, Conde de Stair y apodado como "la maldición de Escocia"

Hábil político, aún trabajando para Jacobo II, se dedicó a conspirar en la sombra para facilitar la llegada de Guillermo de Orange al trono británico. Por los servicios prestados a la casa Hanover, es nombrado primero Procurador General y posteriormente Secretario de Estado para Escocia. 

Sus primeras decisiones como máxima autoridad en Escocia fueron para con los clanes de las Highlands, con los que tenía una fijación casi enfermiza, y a los que trató con desdén. Para ello contó con la inestimable ayuda del clan Campbell, especialmente del ambicioso John Campbell, Conde de Breadalbane, también conocido como "John el resbaladizo" por ser poco de fiar y jugar siempre a dos bandas.

Ruinas del castillo de Achallader, donde se reunieron los jefes de los clanes con John Campbell

En un intento de demostrar su lealtad a la nueva corona, John Campbell se ofreció para reunirse en las ruinas del castillo de Achallader con los jefes de los diferentes clanes rebeldes. Les ofreció un acuerdo de 12.000 libras y el perdón real por su pasado jacobita si le juraban lealtad al rey Guillermo de Orange antes del 1 de Enero del 1692. Aquellos clanes que no accediesen a la firma tendrían consecuencias fatales. 

Como era de prever, la mayoría de los clanes tenían un sentido de la lealtad inquebrantable y se negaban a jurar lealtad al enemigo del que consideraban rey legítimo. En una hábil maniobra, y tras una acalorada discusión entre los miembros de los diferentes clanes durante la reunión, John Campbell propone un segundo juramento secreto. Los clanes jurarían lealtad al rey Guillermo de Orange pero, en caso de que Jacobo II arribase en tierra escocesa con tropas francesas para recuperar su trono, ellos quedarían exentos de su juramento y podrían sumarse de nuevo a las tropas jacobitas. 

Aún estando de acuerdo con este segundo trato, los clanes escoceses no firmaron nada hasta ver qué respondía Jacobo II desde su exilio en Francia. La respuesta no fue sencilla para él y estuvo un tiempo meditando qué decirles. A mediados de diciembre la carta salió de Francia, llegando a Edimburgo el 21 del mismo mes, con a penas 10 días para informar a todos los clanes. 

Lo que nunca supieron los clanes es que esa carta de Jacobo II a los jefes de los clanes había sido interceptada por espías del gobierno de Londres. Fue leída detenidamente y, sin prisas, reenviada hacia Edimburgo. John Darlymple, furioso, quiso dar un escarmiento a los clanes. Envió 400 soldados a Fort William, preparados para actuar de inmediato contra aquellos clanes que no se sumasen al juramento.

La carta fue pasando de valle a valle, de clan a clan, pero el tiempo se les echaba encima y el clima poco ayudaba. Así, los jefes de los diferentes clanes fueron llegando y jurando lealtad al rey en presencia de un magistrado que daba fe de ello. Sin embargo, Alaistair McIain de Glencoe, jefe del clan McDonald en Glencoe, fue uno de los últimos en enterarse y se retrasó más de lo deseado a la hora de prestar juramento. Por un lado, sufrió las inclemencias del duro invierno escocés, lo que le retrasó mucho su avance. Y por otro se encontró que, al llegar a Fort William el 31 de Diciembre, el coronel Hill rehusó a recibir su juramento alegando que no era competencia suya. 


Alastair McIain entonces tuvo que dirigirse a Inveraray, sede del clan Campbell, los enemigos históricos de los McDonald. Allí debería dirigirse a Colin Campbell, la máxima autoridad del condado de Argyll y hacer su juramento ante él. El coronel Hill escribió una carta de protección en la que le instaba a que el gobierno no tomase ninguna represalia contra Alastair puesto que se había personado en Fort William a tiempo para cumplir su juramento.

El viaje por las tierras poco hospitalarias de los Campbell le llevó tres días. Por el camino fue detenido por las tropas gubernamentales del capitán Drummond, quienes lo retuvieron en el castillo de Balcardine. De poco sirvió la carta de protección, ya que desconfiaron de la veracidad de aquel escrito. Por si fuera poco, al llegar a Inveraray se encontró con que Colin Campbell estaba ausente porque se había marchado a pasar año nuevo con su familia. 

Finalmente, con un retraso de seis días y a regañadientes, Colin Campbell recibió el juramento de Alaistair McIain. El plan orquestado por Darlymple y John Campbell había sido un éxito. El primero tenía la escusa perfecta para escarmentar a los clanes de las highlands y el segundo la tenía para ejercer su venganza sobre el clan McDonald de Glencoe.

Mientras tanto Alaistair y sus hombres retornaron a Glencoe confiando en que todo estaba arreglado y que su clan estaba a salvo. La firma del juramento, junto con la carta de protección del general Hill fueron enviadas a Edimburgo para que quedase constancia en el Edimburgh Privy Council. Incluso el general Hill les envió una carta en la que les informaba que estaban bajo la protección de las tropas de Fort William.

Cuando los documentos de Alaistair McIain llegan al Edimburgh Privy Council, varios de los abogados más poderosos e influyentes de esta institución -que eran Campbells, como no- ya estaban al acecho. Nada es casualidad. Manipulan los documentos y declaran inaceptable el retraso en el juramento. El caso es que los McDonald de Glencoe no fueron los únicos que habían llegado tarde al juramento, es mas, hubo clanes que incluso se negaron a hacerlo. Sin embargo la fijación de Darlymple y John Campbell con los campbell era casi enfermiza y, en el caso del primero se desconoce aún por qué.

Los McDonald, el otrora poderoso clan que ostentó durante muchos siglos el título de "Señores de las Islas", eran orgullosos, rebeldes por naturaleza y con cierta tendencia al bandolerismo en tierras vecinas. Pero, de los clanes que participaron en el juramento secreto, desde luego que no era el peor ni mucho menos el más poderoso. Francamente, era un clan con un gran pasado pero en horas bajas. Posiblemente haber escogido otro clan más poderoso en es época -como los Fraser o los Cameron- hubiese tenido represalias por el resto de los clanes y les crearía problemas a las tropas gubernamentales.

El coronel Hill, el más noble entre las tropas gubernamentales, solicitó paralizar la intervención militar que planificaba Darlymple ya que entendía que, al menos, se le debía dar la oportunidad a los McDonald de exponer su caso. No se admitió su recurso. 



Para la misión se escogió a Robert Campbell, un militar poco carismático, muy manipulable y con pocas simpatías entre la gente, del que hablamos anteriormente. Además, guardaba lazos de sangre con los McDonald ya que su sobrina estaba casada con el hijo menor de Alaistair McIean

Cuando los McDonald vieron aparecer por el valle un contingente de 120 casacas rojas al mando de Robert Campbell, no se extrañaron ya que se sabían protegidos por el juramento. Las tropas debían de instalarse en la aldea de Glencoe y esperar órdenes. Así que, abusando de la tradicional hospitalidad de los clanes, solicitó ser alojado en sus casas bajo el pretexto de que estaban recogiendo impuestos a los diferentes clanes.

Se les alojó y se les alimentó durante 10 días en los que compartieron mesa, juegos de cartas e incluso cama en algunos casos. No era extraño pues compartían la misma cultura de clanes. Incluso Robert Campbell visitaba a diario a su sobrina. No había nada extraño que hiciese sospechar algo de lo que vendría.

El décimo día llegaron las órdenes de Darlymple, en las que se instaba a Campbell y a sus hombres a pasar por la espada, a las 5 de la mañana, a todos los miembros del clan McDonald menores de 60 años. Y especialmente a Alaistair McIain y su linaje, del que no podría quedar ningún superviviente. El incumplimiento de estas órdenes supondría que Campbell y sus hombres serían acusados de alta traición a la corona y, por tanto, ejecutados.

 Supuestamente Robert Campbell debía esperar la llegada del mayor Duncanson, que sería quien dirigiría la masacre. Sin embargo, entre que el mal tiempo retrasó seis horas su llegada y que Robert Campbell adelantó dos horas el ataque, nunca llegó a tomar parte en él. 

La matanza se inició en la madrugada y Alaistair McIain fue una de sus primeras víctimas tras ser atravesado por una espada mientras dormía plácidamente en su cama. Sus dos hijos mayores lograron escapar hacia las montañas, como muchos de los McDonald. Se estima que, de los 1000 habitantes de Glencoe, 38 fallecieron en el ataque y se estima que entre 40-300 más lo hicieron mientras huían, muchos a consecuencia del frío. 


Cementerio McDonald en la isla de Eilean Munde
Esa misma noche muchos de los supervivientes bajaron de las montañas para enterrar a sus familiares en la cañada y en las cercanías de Glencoe. Los restos de Alaistair y su familia fueron enterrados en el cementerio que el clan McDonald tiene en la isla de Eilean Munde

Dalrymple montó en cólera cuando se enteró que los hijos mayores de Alaistair McIain, el jefe del clan, habían escapado con vida. Tampoco entendía bien cómo un ejercito profesional de 120 hombres tan sólo fuese capaz de matar a 38 personas actuando de noche y por sorpresa. Quizás se dieron cuenta de la atrocidad que estaban cometiendo y no fueron capaces de continuar con aquella barbarie. No olvidemos que los soldados eran también miembros de clanes como el Campbell. 

El caso es que Dalrymple puso precio a la cabeza de los hijos de Alaistair y los persiguió sin descanso pero sin éxito. Robert Campbell por su parte agudizó sus problemas con el alcohol y se lamentó -como muchos de sus soldados- toda su vida de haber participado en aquella carnicería. 


La carta en donde se daban las órdenes para llevar a cabo la matanza indiscriminada fue extraviada por Robert Campbell. Alguien la encontró y la llevó a Francia, donde fue publicada por el Boletín de París. Las noticias de la matanza se expandieron por una Europa en shock por semejante atrocidad.

John Campbell, viendo que su clan era relacionado con la matanza y públicamente despreciado por otros clanes, rápidamente escribió a los McDonald de Glencoe diciendo que su clan no había tenido nada que ver en todo, que nunca aprobaría semejante barbarie. Los McDonald nunca le contestaron. Era demasiado evidente su participación, máxime cuando era dirigida por un Campbell y con al menos 12 soldados de su clan. 

El rey Guillermo intentó ignorar todo lo que había pasado, centrando su atención hacia la guerra con Francia. Sin embargo, gracias a la labor investigadora de un abogado jacobita llamado Charles Leslie, la reina María se vio obligada a abrir una investigación oficial para aclarar lo acontecido en Glencoe. Incluso el Parlamento de Londres se tomó a pecho el tema e inició una búsqueda de responsables que acabó con el rey Guillermo de Orange saliendo de rositas y con Dalrymple cesado en su puesto.

Sin embargo, las famosas puertas giratorias de la política ya estaban de moda en aquella época. Así Dalrymple recuperaría un cargo de importancia, tanta que sería uno de los máximos responsables de la unión de las coronas inglesa y escocesa en 1707.

Por su parte, los MCdonald de Glencoe regresaron a su aldea y reconstruyeron sus viviendas. John McIain, el hijo mayor de Alaistair, se convirtió en el XIII jefe de su clan. En el lugar fatídico hoy se conserva un monumento conmemorativo. 






Hoy en día, más de 300 años después de aquella masacre, los Campbell siguen estando señalados por muchos escoceses como los principales culpables. Es mas, por la zona de Glencoe no es raro ver en la entrada de algunas casas esta frase "prohibido vendedores ambulantes y Campbells"



lunes, 22 de mayo de 2017

Culloden Moor: La última carga Highlander

Mucho se ha escrito acerca de la batalla de Culloden Moor, la última batalla en suelo británico allá por el año 1746. La derrota del ejercito jacobita frente al bando de la Casa Hannover fue definitiva y supuso la desaparición del sistema de clanes que había regido las Highlands e islas escocesas durante siglos.


A escasos kilómetros de Inverness, la capital de las tierras altas, se encuentra el escenario de la batalla. Hoy en día es un monumento venerado no sólo por los escoceses, sino también por los miles de descendientes de aquellos highlanders que, tras la derrota y perseguidos por el ejercito del Duque de Cumberland, se vieron forzados a emigrar hacia las colonias de ultramar (Australia, EEUU, Canadá, Nueva Zelanda...) para salvar su vida. Si vas a Culloden seguro que verás alguno y te sorprenderá que, aún habiendo nacido en otro país y después de varias generaciones, guarden tanto respeto a la memoria de sus antepasados.


Entrada a Culloden Moor
La primera gran mentira que se nos cuenta acerca de Culloden, es que fue una batalla entre el ejercito inglés y el escocés. Esto es totalmente falso porque había escoceses combatiendo en ambos bandos. Hubo clanes que apoyaron al ejercito jacobita, otros al ejercito gubernamental de los hannover, alguno tenía representantes en ambos ejércitos, y otros se declararon neutros y no apoyaron a ninguno.

Otra creencia errónea es la que habla de una guerra religiosa entre católicos y protestantes. Pero no podemos obviar que algunos de los clanes que pelearon en el bando jacobita eran episcopalianos, no sólo católicos como muchos piensan. Se cree que al menos un tercio de la tropa jacobita era de religión protestante.

Lápida conmemorativa de la batalla en un monumento sobre el campo de batalla
Los orígenes del conflicto hay que buscarlos en la "Revolución gloriosa" (1688), momento en la que el rey Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia, el último monarca católico en Gran Bretaña, fue depuesto por su yerno, el protestante Guillermo de Orange. Desde entonces la casa Estuardo intentaría infructuosamente, y no en pocas ocasiones, recuperar el trono con el tímido apoyo de reinos como Francia y España. 

Tras fracasar estrepitosamente en 1715 y 1719 los primeros levantamientos jacobitas, en 1745 se produce un tercer levantamiento, promovido esta vez por Carlos Estuardo, el príncipe heredero, que reclamaba el trono para su padre Jacobo III. Desde su exilio en Francia convoca a los jefes de los diferentes clanes para que le apoyen en su causa, explicándoles que contará con armamento, dinero y voluntarios franceses para su propósito. 


Monumento a los highlanders jacobitas que murieron en batalla. Está ubicado en Glenfinnan, el lugar en donde Carlos Estuardo fue recibido por el clan McDonald, y donde alzó su bandera real por primera vez.
Sin embargo los clanes no se muestran muy entusiasmados con la idea y, nada mas arribar en Escocia, el jefe del clan McDonald le aconseja desistir y regresar a Francia. Máxime cuando el barco en donde viajaban los voluntarios franceses y gran parte del armamento había sido dañado en una refriega con una embarcación inglesa, obligándoles a regresar a Francia. "He vuelto a casa, señor" fue la respuesta del príncipe Carlos Estuardo.

En unos días aparecen en Glenfinnan nuevos clanes que se suman a la causa jacobita: mas ramas del clan McDonald, además de los Cameron, McFie McDonell, hasta completar un ejercito de 1.200 personas. De todos ellos, y excepto dos oficiales, ninguno tenía mucha experiencia militar y mucho menos en guerras.

Por su parte, el ejercito inglés había construido una red de fuertes para controlar las sublevaciones en las highlands. Sin embargo las guerras en el viejo continente le habían pasado factura y a penas contaba con 3.000 soldados, incluyendo los inválidos de guerra que conformaban la guarnición de algunos castillos.



Poco a poco el ejercito jacobita va ganando adeptos entre los clanes de las highlands y conforma un ejercito numeroso con el que toma Edimburgo, que había permanecido fiel a la casa Hannover, y Glasgow. Los Hannover, tras caer la capital escocesa, se toman en serio la amenaza jacobita y envían al ejercito gunernamental acuartelado en Escocia a hacerles frente.

Tras alguna escaramuza, la primera gran batalla tiene lugar en Prestonpans. Allí el ejercito jacobita literalmente arrasa al ejercito gubernamental de Sir John Cope en tan sólo 5 minutos, causándole más de 500 muertos, muchos heridos y más de 1.000 prisioneros. La carga de los highlanders, temida entre el ejercito inglés por su bravura, acabó con el orden y la táctica prevista inicialmente por Cope, rompiendo por completo sus líneas. 

Ataviados con su manta, y algunos descalzos, los highlanders iniciaban la carga corriendo como posesos cubriéndose con su escudo. A unos 50 metros del enemigo disparaban su fusil o mosquete, que arrojaban al suelo. A continuación proseguían su avance y, cuando estaban a unos 10 metros del enemigo, disparaban sus pistolas, que luego les arrojaban con la intención de que su culata de acero, con forma de garra, golpease en la cabeza del enemigo. Finalmente, en el cuerpo a cuerpo, rechazaban con su escudo el ataque de las bayonetas y los acuchillaban con una facilidad y precisión pasmosa. 



La victoria en Prestopans eleva la moral de las tropas jacobitas pero también crea las primeras envidias y desencuentros entre sus oficiales. Carlos Estuardo, obcecado por tomar Londres, se muestra partidario de invadir Inglaterra desoyendo los consejos de su comandante en jefe, Lord Murray, quien desaprueba por completo esta medida.

Carlos asegura que en Inglaterra se les unirían tanto milicias de jacobitas ingleses, así como un importante contingente francés enviado por Luis XV. En contra de la opinión de Lord Murray, el ejercito jacobita inicia la invasión inglesa con 5.000 hombres, tomando la ciudad de Carlisle. La tensión entre Murray y el príncipe Carlos va en aumento y los desencuentros y desconfianzas del príncipe hacia su comandante en jefe son constantes. Fruto de ello, Lord Murray dimite y pasa a combatir como un soldado mas en el regimiento Altholl.


Sin Murray el descontento entre la tropa crece y Carlos se ve en la obligación de restituirlo en su cargo. Solucionado el incidente, el ejercito jacobita prosigue su avance y toma Preston, Manchester, Derby... Y precisamente en esta última ciudad, tiene lugar un hecho clave. Lord Murray convoca al Consejo Militar y solicita regresar a Escocia ya que no había rastro ni del supuesto apoyo jacobita inglés ni mucho menos de las tropas francesas de Luis XV. El Consejo le da la razón y comienza el retorno a Escocia, cosa que Carlos Estuardo nunca le perdonará. Estaban a 182 km de Londres y seguramente, de haberse acercado mas, Guillermo III habría puesto tierra de por medio.

Entre tanto, el monarca Guillermo III, consciente de que había perdido el control de Escocia, veía peligrar su corona y ya preparaba un plan de escape hacia los Países Bajos. En cuanto arrivan los 10 batallones provenientes de  Flandesentra en escena el Duque de Cumberland. Conforma un ejercito con gente muy experimentada y veterana, y en cuanto puede se dirige al encuentro del ejercito jacobita.

Durante la retirada jacobita, el propio Lord Murray se encargó de organizar la retaguardia pese a la actitud negativa de Carlos y a la presencia cada vez más cercana de las tropas de Cumberland. Carlos seguía haciendo caso omiso a las instrucciones de Lord Murray y fracasa en el asedio de Stirling, la puerta hacia las tierras altas.



Tan sólo quedaba huir hacia las tierras altas y buscar un sitio idóneo para presentar batalla al ejercito gubernamental. Esta medida enfurenció mas al principe Carlos, quien vio como su causa perdía fuelle y llegó a acusar a Lord Murray de traidor. 

Una vez en Inverness, el hambre, el cansancio y la deserción diezmaban las filas jacobitas. Por si fuera poco, Carlos escoge como terreno de batalla el margen izquierdo del río Nairm, justo el contrario al que proponía Lord Murray. La elección no podía ser peor: un páramo empantanado, sin pendientes, con terreno irregular y en donde los highlanders no podían sacar partida de su temida carga.

Por si fuera poco, Cumberland se presentó al frente de 6.400 hombres de infantería, en su mayoría veteranos curtidos en la guerra contra Francia, 2.400 a caballo, 6.000 mercenarios holandeses y un amplio contingente de tropas auxiliares y de voluntarios escoceses, aportados por clanes leales a la casa Hannover (Campbell, Munro, Gunn, Sutherland, Ross, Grant, Cathcart, Cunningham, Kerr y Colville).

En frente, un ejercito jacobita cansado y desnutrido, con apenas 5.000 highlanders (McDonald, McDonell, Cameron, Murray, Gordon, Fraser, McLean, McLeod, Ogilvy, Chrisholm, McLaren, McBean, McLachlan, McKenzie, Chattan, McIntosh y Faqhuarson)y 800 soldados franceses (Écossais Royaux)




La batalla fue una masacre. Durante media hora las baterías gubernamentales machacaron las filas jacobitas mientras los highlanders aguantaban estoicamente la posición esperando a la señal de Carlos para iniciar la carga, lo que motivó las protestas de los jefes de varios clanes. En cuanto llegó la orden, el clan Chattan fue el primero en cargar y, presa de las ciénagas, tuvo que desviarse hacia la derecha, con lo que colapsó a los que cargaban por ese lado y al ataque en general. En semejante caos, sobre un terreno blando e irregular, las salvas de cañones con metralla y las carabinas gubernamentales, causaban bajas con una facilidad pasmosa. 



Todo eran malas noticias para Carlos: el clan McDonald molesto por su ubicación en el flanco izquierdo rehusó la carga, el clan Campbell realizaba un ataque sorpresa a través de un muro lateral a las tropas jacobitas, la revolucionaria táctica de Cumberland para combatir el cuerpo a cuerpo contra los highlanders... En apenas una hora más de 1200 jacobitas yacían muertos y otros tantos heridos, además de 600 prisioneros. No hubo piedad, todos fueron rematados por las tropas de Cumberland que, desde entonces, se ganó el apelativo de "El carnicero".

El principe Carlos huyó como un cobarde, no sin antes enviar una carta a Lord Murray despidiéndole de su servicio. Mientras Lord Murray organizaba un nuevo ejercito de resistencia y criticaba a Carlos por no haber confiado más en él y por no haber administrado bien sus recursos.