viernes, 31 de agosto de 2018

Flora MacDonald

El fatídico año de 1746 supuso el fin del movimiento jacobita en Escocia. Las tropas de Carlos Estuardo, apoyadas por decenas de clanes fieles a la causa, sufrieron una contundente derrota en la batalla de Culloden Moor, a manos de las tropas gubernamentales del Duque de Cumberland.

Carlos Estuardo, el joven pretendiente, vio peligrar su cuello ante semejante masacre y decide huir del campo de batalla, abandonando a los clanes jacobitas supervivientes a su suerte. Busca desesperadamente la costa oeste, en donde un pequeño barco le llevará hasta las Islas Hébridas, donde un barco francés lo espera. Desde allí retornaría al exilio para preparar una nueva rebelión jacobita que nunca llegaría.


Carlos Estuardo es recibido por Flora MacDonald en la isla de Benbecula
Los planes de fuga se tuercen por una tormenta a la altura de la isla de Benbecula, obligando al barco a tomar tierra. Son tierras del clan MacDonald of Sleat, la única rama que apoyó la causa británica y no la jacobita. Por si fuera poco, los ingleses han puesto precio a su cabeza: 30.000 libras, demasiado dinero, y la isla estaba bajo el control de una milicia progubernamental. Para evitar problemas, Conn O´Neill, uno de los hombres de confianza de Carlos, decide avisar a una pariente suya para que les dé cobijo y les ayude a completar su plan.

Flora MacDonald, acude al encuentro de su familiar y no puede evitar sentir pena por la situación en la que se encuentra Carlos Estuardo. Su posición privilegiada, ya que era sobrina de Alexander MacDonald (chieftain de los MacDonald of Sleat) e hijastra de Hugh MacDonald (máximo responsable de las tropas gubernamentales en la zona) le ponían en una posición compleja. Por un lado podía acceder a información confidencial, que podría ayudar a Carlos Estuardo a escapar, y por otro exponía a su familia a un gran riesgo si la descubrían las tropas gubernamentales.

Todo corazón, y sin ningún tipo de interés personal de por medio, Flora MacDonald aprovecha su posición e influencia para ir en un pequeño barco desde Benbecula hasta Skye. A bordo, tan solo seis marineros y dos damas de compañía.Una de las cuales -bajo el nombre de Betty Burke- es Carlos Estuardo disfrazado de doncella para no despertar sospechas entre sus enemigos. 


Carlos Estuardo disfrazado de la doncella Betty Burke
Lo que no se sabía era que los MacDonald of Sleat, aunque no lo dijesen nunca en público y pese a enviar soldados para apoyar a las tropas gubernamentales en Culloden, eran simpatizantes de la causa jacobita. Apoyaron al bando gubernamental por pura supervivencia, ya que nunca vieron posibilidades reales de victoria a la sublevación jacobita. Y como en el anterior alzamiento de 1719, el apoyo a dicha causa le había costado al clan numerosas pérdidas en vidas, dinero y tierras, en esta ocasión el chieftain Alexander MacDonald pensó más con la cabeza que con el corazón. 

Esta fue la razón por la que tanto Alexander como Hugh MacDonald, a espaldas de los mandos gubernamentales, ayudaron a escapar a Carlos Estuardo. Constantemente le proporcionaban información sobre por dónde debería moverse para evitar a las milicias gubernamentales que rastreaban la zona. De otra forma, hubiera sido prácticamente imposible escapar del cerco al que le habían sometido.


Monumento a Flora MacDonald en el Castillo de Inverness

Una vez llegados a la isla de Skye, tomaron tierra en Kilbride, muy cerca de la casa del chieftain de los MacDonald of Sleat, donde pasaron la noche seguros, bajo la protección  de la esposa de éste, Lady Margaret. Al día siguiente se dirigieron a Portree, la capital del la Isla de Skye, donde Carlos Estuardo se reunió con su contacto y se dirigió a la isla de Raasay, para embarcar en el navío frances 
L`Heureux. 

Pero como en todas las historias, siempre hay traidores y en esta no iba a ser menos. La fuga llega a oídos de las tropas inglesas quienes, tras interrogar y torturar a los marineros que acompañaron a Carlos Estuardo en su travesía a Skye, detuvieron a Flora MacDonald. Fue trasladada a la Torre de Londres, donde permaneció presa algo más de un año. 

Tras salir, se casa con Allan MacDonald un capitán del ejercito gubernamental, con quien decide emigrar a Carolina del Norte (EEUU) junto con otros miembros de su clan, tras discutir con el chieftain por las altas rentas a las que les sometía. Allí de nuevo se ven inmersos en otra guerra civil entre los partidarios del gobierno británico y los colonos que deseaban la independencia. Tras combatir en el bando gubernamental, perdieron todas sus posesiones y regresaron a Escocia, donde morirá en 1790 a la edad de 68 años.



Lápida sobre la tumba de Flora MacDonald
En Escocia es considerada una heroína. Varias asociaciones que llevan su nombre, es protagonista de varias canciones populares y fue inmortalizada en estatuas como la que hay a la entrada del castillo de Inverness

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